El lunes pasado Estados Unidos concedió a México una nueva prórroga de 90 días antes de aplicar aranceles selectivos. El anuncio llegó tras una llamada de cuarenta minutos entre las presidencias de ambos países; los detalles siguen difusos, pero el mensaje central se repite: Washington usará la incertidumbre como palanca de negociación hasta la revisión formal del T-MEC en 2026.
Durante una mesa de análisis radiofónica, Carlos Azpe y el Dr. Luis Núñez desmenuzaron lo que está en juego. Las ideas esenciales son las que siguen.
La exención general de aranceles detiene el golpe inmediato, pero deja al aire una lista de productos con tarifas específicas: cobre (Sonora produce 80 % del nacional) y vehículos enfrentan un 25 % si no hay acuerdo. Esa espada sobre la cabeza aplaza inversiones: los parques industriales del noroeste confirman que los planes de ampliación siguen “congelados” hasta que exista certeza.
Estados Unidos presiona para que México reduzca cupos, trámites y controles laxos que facilitan la entrada de componentes chinos. Ejemplo: limitar importaciones de ropa con marcas estadounidenses fabricada en Asia o exigir más certificaciones a maquinaria industrial. También demanda revisar la propiedad intelectual en la frontera: quiere que México vigile patentes y mercancía pirata antes de que crucen a su territorio.
Cobre. Un arancel lastimaría a Buenavista del Cobre y sus filiales, justo cuando la transición energética sube la demanda mundial de este metal.
Automotriz. La planta Ford de Hermosillo exporta pick-ups híbridas a EE. UU.; un 25 % rompería márgenes y afectaría a más de 70 proveedores locales.
Sin embargo, la propia industria estadounidense depende de esos insumos: muchas autopartes cruzan la línea varias veces antes de ensamblarse en Detroit.
México esperaba que el “nearshoring” elevase su PIB a ritmos superiores al 3 %. Hoy el FMI proyecta apenas 0.2 % para 2025. La razón, coinciden los analistas, es la falta de certidumbre: nadie apuesta miles de millones si el esquema arancelario cambia cada trimestre. Estados Unidos lo sabe; la confusión es su carta de presión para renegociar no sólo tarifas, sino también barreras no arancelarias y propiedad intelectual.
¿Qué podría negociar México en estos 90 días?
Blindar cadenas críticas: demostrar que cobre y autos son también “componentes norteamericanos”.
Compromisos aduanales: controles más estrictos a importaciones asiáticas que lleguen como plataformas de triangulación.
Alianzas empresariales: involucrar a Ford, General Motors y mineras estadounidenses como aliados que presionen al Congreso de EE. UU. en favor de una solución estable.
La economía mexicana no sufre por el nivel exacto del arancel, sino por la duda de si mañana cambiará otra vez. Para Sonora la próxima ventana de 90 días es decisiva: o se traduce en un acuerdo que despeje el horizonte de inversión, o profundiza la parálisis que ya frena ampliaciones mineras y automotrices.
En tiempos de volatilidad, la mejor estrategia local es prepararse: reforzar certificaciones, diversificar mercados y construir coaliciones con las propias empresas estadounidenses que dependen de nuestras exportaciones. La negociación se juega en Washington, pero la competitividad se fragua en casa.
Disfrute el fin de semana y recuerde que el verdadero blindaje viene de la capacidad productiva y la confianza que generemos hoy en nuestros socios de mañana.
Por Carlos Jesus Azpe Fimbres
Agosto 2025