La primera semana de junio dejó tres grandes titulares económicos: el tropiezo bursátil de Tesla tras las polémicas políticas de Elon Musk, la reactivación de aranceles al acero y aluminio en Estados Unidos y la continuidad de un peso fuerte que descansa más en la debilidad del dólar que en fortalezas internas.
Elon Musk coqueteó públicamente con la idea de impulsar un nuevo partido centrista en Estados Unidos. La reacción del mercado fue inmediata: Tesla perdió cerca de 35 000 millones de dólares en capitalización en un solo día, un recordatorio de que confluir negocios y política suele generar “resentimientos” y castigos para ambos frentes. Como se comentó en la emisión, cuando un empresario gobierna “como si el país fuera una empresa”, la rentabilidad social rara vez coincide con la rentabilidad puramente económica.
Washington retomó la línea proteccionista y aplicó 25 % de arancel a las importaciones de acero y aluminio, justificándolo como medida de “seguridad nacional”. Para México —deficitario en acero— el golpe llegará por doble vía:
Costo industrial: encarecimiento de insumos para los clústeres automotriz, cervecero y de envases metálicos.
Represalias espejo: previsibles cuotas o impuestos equivalentes a la entrada de metal estadounidense, en un intento de forzar el abastecimiento local.
El riesgo radica en que reconvertir capacidad siderúrgica no es inmediato; levantar una nueva línea productiva requiere uno o dos años, tiempo durante el cual las cadenas manufactureras enfrentarán márgenes más estrechos.
El tipo de cambio se sostiene en la franja de 16–17 MXN por dólar, pero no por un milagro macroeconómico nacional sino por la debilidad estructural del dólar: déficit fiscal récord y política monetaria intervencionista en EE. UU. De hecho, la inflación mexicana —superior al 4 %— crece más rápido que la estadounidense, lo que teóricamente presionaría a un peso más débil. La fortaleza aparente descansa en dos factores adicionales:
Diferencial de tasas: México todavía ofrece rendimientos reales positivos que atraen capital de cartera.
Bajas expectativas de crecimiento global que empujan a los inversionistas a diversificar en monedas emergentes.
Algunos sondeos empresariales colocan el cierre de 2025 en 20.50 MXN/USD; ello supondría un salto de más de 1.30 pesos respecto al nivel actual, escenario que Carlos Azpe calificó de “muy optimista” —o “muy pesimista”, según se mire—, dada la fragilidad de los indicadores internos: inflación al alza y actividad industrial presionada por mayores costos de insumos.
La semana confirma que la volatilidad geopolítica (tarifas estratégicas) y la volatilidad corporativa (decisiones de Musk) influyen de forma tan profunda como los fundamentales macro. Para México, el reto inmediato es doble: amortiguar el choque de costos en la industria metal-mecánica y evitar una sobreconfianza en el “superpeso” que oculte desequilibrios de fondo. Mantener la competitividad requerirá acelerar la modernización siderúrgica y salvaguardar la credibilidad fiscal y monetaria que hoy sostiene el atractivo de la moneda.
Por Carlos Jesus Azpe Fimbres