Durante estas semanas, el peso se ha mantenido en un rango cercano a 19.40 por dólar, muy por debajo de los niveles superiores a 21 pesos que se observaron meses atrás. Esta apreciación no obedece únicamente a fortalezas internas; refleja, sobre todo, una debilidad generalizada del dólar frente a la mayoría de las divisas, incluido el euro. La causa inmediata es el déficit fiscal récord de Estados Unidos, que obliga a la Reserva Federal a sostener tasas de interés altas para captar capitales y financiar el gasto, buena parte de él destinado a su aparato bélico y al apoyo indirecto en el conflicto Rusia-Ucrania.
En el frente doméstico hay claroscuros. La inversión extranjera directa registra niveles históricos; sin embargo, la mayor parte corresponde a reinversión de utilidades de empresas ya establecidas, más que a proyectos greenfield. Este dato es alentador —implica confianza en el país—, pero también evidencia que el flujo de “dinero fresco” todavía es limitado.
El Banco de México confirmó que la inflación general anual bajó de 3.9 % a 3.5 %, pero la moderación es engañosa: el componente agropecuario presiona al alza. Tras una sequía prolongada, la producción de cultivos clave se desplomó:
Trigo: –50 % a –60 % frente a 2024
Maíz: –40 %
Uva: –30 % a –35 % (por superficie no sembrada)
Hortalizas: –20 % a –25 % (solo se sembró 65 % del área habitual)
La escasez encarece frutas y verduras, golpeando el presupuesto de los hogares y ampliando la brecha inflacionaria entre alimentos y el resto de la canasta.
El sector pecuario tampoco escapa a la crisis hídrica: solo 25 % de los pastizales dispone de humedad adecuada —la mitad del nivel registrado un año antes—, lo que merma la disponibilidad de forraje, eleva los costos y restringe las exportaciones de ganado. Además, emergencias sanitarias en pollo y res han encarecido las proteínas animales, alimentando la inflación en cárnicos.
Ante la sequía estructural, el campo requiere reconvertir cultivos hacia especies menos sedientas y más endémicas; paralelamente, debe adoptar tecnologías de eficiencia hídrica (geles retenedores de humedad, riego por goteo inteligente, sensores de suelo) que alarguen los ciclos de riego y mitiguen la pérdida de rendimiento.
El peso fuerte es, en gran medida, reflejo de factores externos; para consolidar esa fortaleza se necesita una economía interna dinámica y diversificada. Ello exige políticas agrícolas resilientes, inversión productiva nueva y una estrategia clara para moderar la inflación alimentaria. En un entorno global incierto, la capacidad de reinventarse —desde el financiamiento hasta la gestión del agua— será el verdadero ancla de estabilidad para México en los próximos trimestres.
Por Carlos Jesus Azpe Fimbres